Hay dichas que sobresalen por encima de otras. Y algunas que sencillamente surgen emanadas de la misma providencia. SER DE LA PLAZA es una de ellas. Una dicha concebida desde tu mismo alumbramiento y que te acompaña inexorablemente de por vida. Y cuya Eucaristía itinerante se celebra la tarde noche del glorioso VIERNES SANTO, esa fórmula mágica capaz de remover como ninguna otra la fe verdadera y los hondos sentimientos humanos.
■ Ser de la Plaza es portar erguido y con orgullo la cruz soñada en la Vuelta del Viernes Santo, diciendo a todo el mundo: ¡He aquí un nazareno de Santiago! ¿Hay mayor privilegio?
■ Ser de la Plaza es fajarse y ponerse un costal con hombría para llevar el mayor legado patrimonial y devocional de esta bendita tierra. Y decir: ¡Yo llevo el peso de la historia de Castilleja!
■ Ser de la Plaza es desafiar durante todo un año las inclemencias meteorológicas y poner todo tu tiempo, esfuerzo y sacrificio para, llegado el día universal, decir: ¡Yo soy músico del mismo Dios! Y lo sigo como discípulo musical en su camino al Sepulcro.
■ Ser de la Plaza es poner tu salud y espíritu penitencial en manos de nuestros titulares y hacer toda la Estación de Penitencia con recogimiento, humildad y profundo respeto al lado de Ellos.
■ Ser de la Plaza es rezar a tus imágenes con tu voz desde un balcón y acercar de forma tan primorosa la cofradía hasta los miles y miles de placeños que gozan de la presencia divina en el cielo. ¡Qué tributo Dios mío!
■ Ser de la Plaza, en definitiva, es acostarse anoche con la certeza de no haber vivido un sueño, sino la realidad más apoteósica, certera y tangible de la historia de Castilleja de la Cuesta: EL VIERNES SANTO DE LA HERMANDAD DE LA PLAZA. El mayor orgullo que se podrá heredar para los restos. ¡Viva la Plaza!