sábado, 19 de abril de 2014

Viernes Santo, una dicha providencial


Hay dichas que sobresalen por encima de otras. Y algunas que sencillamente surgen emanadas de la misma providencia. SER DE LA PLAZA es una de ellas. Una dicha concebida desde tu mismo alumbramiento y que te acompaña inexorablemente de por vida. Y cuya Eucaristía itinerante se celebra la tarde noche del glorioso VIERNES SANTO, esa fórmula mágica capaz de remover como ninguna otra la fe verdadera y los hondos sentimientos humanos.

■ Ser de la Plaza es portar erguido y con orgullo la cruz soñada en la Vuelta del Viernes Santo, diciendo a todo el mundo: ¡He aquí un nazareno de Santiago! ¿Hay mayor privilegio?

■ Ser de la Plaza es fajarse y ponerse un costal con hombría para llevar el mayor legado patrimonial y devocional de esta bendita tierra. Y decir: ¡Yo llevo el peso de la historia de Castilleja!

■ Ser de la Plaza es desafiar durante todo un año las inclemencias meteorológicas y poner todo tu tiempo, esfuerzo y sacrificio para, llegado el día universal, decir: ¡Yo soy músico del mismo Dios! Y lo sigo como discípulo musical en su camino al Sepulcro.

■ Ser de la Plaza es poner tu salud y espíritu penitencial en manos de nuestros titulares y hacer toda la Estación de Penitencia con recogimiento, humildad y profundo respeto al lado de Ellos.

■ Ser de la Plaza es rezar a tus imágenes con tu voz desde un balcón y acercar de forma tan primorosa la cofradía hasta los miles y miles de placeños que gozan de la presencia divina en el cielo. ¡Qué tributo Dios mío!

■ Ser de la Plaza, en definitiva, es acostarse anoche con la certeza de no haber vivido un sueño, sino la realidad más apoteósica, certera y tangible de la historia de Castilleja de la Cuesta: EL VIERNES SANTO DE LA HERMANDAD DE LA PLAZA. El mayor orgullo que se podrá heredar para los restos. ¡Viva la Plaza!

jueves, 10 de abril de 2014

Lo adecuado de ir a contracorriente


He de reconocer que me atraen sobremanera los pregones que se salen de la norma establecida, aquellos que parecen ir a contracorriente y que, por encima del devocional ensalzamiento a las imágenes y la querencia por el aplauso fácil, persiguen la transmisión de un mensaje catequético acorde a la peculiar realidad cofradiera.

Partiendo de esta sólida premisa, resulta fácilmente comprensible que me encantara el pregón de Quico Berjano, en todos los sentidos además. Prolífico en vivencias personales y con una estructura alejada de lo habitual. Necesaria catequesis para un mundo cofrade que viene desvariando peligrosamente hacia el frikismo y cultivando un escenario donde lo folclórico, las aspiraciones personales y la crítica gratuita se anteponen con frecuencia a los aspectos formativos, espirituales y asistenciales. No es cuestión de excluir lo popular y costumbrista, que es bueno que exista, sino de priorizar en todo momento el auténtico sentido religioso. Como bien dijo Monseñor Juan José Asenjo, sería conveniente sacar una edición de bolsillo del pregón y ofrecerla a los cofrades como guía didáctica (un verdadero vademécum) para su día a día. Y es que se ven determinados casos...

A lo largo de su exaltación, este juez de 56 años hizo numerosas referencias a Juan Pablo II y al actual Papa Francisco, así como recurrentes alusiones a su Hermandad de la Vera Cruz. Impresionante, en este sentido, cómo representó la figura física y espiritual de la Cruz, incluyendo sugerencias explícitas sobre cómo debemos sobrellevar particularmente la que, tarde o temprano, Dios nos asigna. En definitiva, un pregón colosal que ha llegado en el momento adecuado. Que el mensaje valiente de este gran veracrucero sirva de acicate para las hermandades en la verdadera tarea que tienen encomendada.